sábado, 14 de febrero de 2009

AGUA QUE HUELE A RESINAS


México:
en el eco de tus montañas hay fatiga,
hay cansancio en la hierba.
en el canto de las aves hay protestas,
y hay tristezas en la oscura suavidad de la espesura.
La inconformidad se siente en la llanura.
los rencores se acumulan en los cardos,
y en la oquedad de los troncos
el odio se acuclilla.
El arado se traba entre los surcos.
la mano de mi hermano va empuñada,
con los ojos clavados en la tierra
y el pensamiento metido en las entrañas.
Tienen sed de justicia sus anhelos inciertos,
tienen sed de esperanzas hasta los mismo muertos;
y la justicia comodina y ciega.
va arrastrando en hilangos la codicia.
¡Así cantan los poetas.
así van hilvanando sus ilusiones huecas!
!Yo les pido que canten suavemente.
pero que canten a los pájaros y a las flores,
que no canten para mí, que no me falta su canto.
El que hablaba era un hombre enflaquecido
con la piel enjuta hasta los huesos
y los pies partidos por el Iodo.
¡Yo no quiero -decía-, los versos del poeta,
tengo sed de justicia y de verdades!
Cuando un perro se muere por falta de tortillas,
lo arrastra la barranca,
y de esa agua que corre, se llenan las tinajas.
No tenemos farmacias.
tenemos curanderos,
que quitan los dolores
con hierbas y milagros.
Son muy grandes las tierras
y son grandes los potreros
es buena la cosecha, pero es grande la colmena.
El río se va secando igual que las resinas,
y se va secando el hambre, igual que la fatiga;
pero de mis pesares no repartimos quejas,
yo sólo tengo una; el canto del poeta.
En el tiempo del tiempo
llegan a este pueblo los hombres del Partido
alborotando gente,
quieren que todo el pueblo, en un solo estallido,
aumenten más el triunfo del hombre prometido.
Y en toda esa alegría del aplauso candente,
la tristeza se esconde, y tiene fiesta mi pueblo,
fiesta para los perros, y fiesta para mi gente.
Hoy que vuelvo a mi pueblo, encontré las promesas,
entre las mismas cosas y con las mismas quejas.
Promesas de esos hombres que no fueron cumplidas
y que se fueron quedando como cosas perdidas.
¡Nada cambió en mi pueblo!
¡Están los mismos anhelos y están los mismos quejidos!
¡El mismo sol inclemente y el mismo canto del grillo!
Encontré en el basurero el mismo olor de los cerdos,
las mismas moscas picando sobre los huesos de un perro.
Y los atajos polvosos y el cansancio del arriero
pisando con sus huaraches la tierra del hormiguero.
Que se callen por favor,
que los derechos no se cubren con palabras;
la poesía alimenta al pensamiento,
pero deja en el estómago la misma necesidad
y el mismo sufrimiento.
Me acerqué más a él y en silencio
escuché lo que decía:
Yo me fui de este pueblo cargando mis tristezas
hoy regreso a mi pueblo con las mismas pobrezas.
¡Vengo a mirar la cara a la justicia
y quiero que la justicia vea mi cara!
¡Si no fuera mujer le exigiría
que tuviera vergüenza y más hombría!
¡Yo no quiero escuchar palabras enmieladas!
¡Yo conozco una sola, una sola palabra sin poesía
que es parte de mi cuerpo y de mi sangre!
¡Una sola palabra carcomida,
y no la digas poeta ... es mi hambre!
El hombre en su cotón más flaco se veía,
con la cara ceniza y las manos vacías.
Una mueca en la risa le borró bien sus lágrimas.
y me dolió cuando dijo con humildes palabras:
Yo nací en este pueblo con casitas de palma,
muy cerca baja el río con olor a resinas.
no tenemos descanso, tenemos la capilla;
el viejo campanario se llena de gorriones
y de pocos rosarios.
También encontré cansada a la misma mujer preñada,
lavando en las mismas piedras.
Las barrancas estancadas, y dentro de esa agua puerca,
toda la sed de mi pueblo.
Hay marañas en las calles,
hay fatiga y hay tristezas,
hay rencores y protestas; pero protestas a Dios,
protestas que son sus quejas guardadas con devoción.
Al volver hoy a mi pueblo,
me encontré con esos hombres del poderoso Partido;
han traído las promesas que ya no tienen sentido.
¡Han puesto ya la tribuna sobre el tronco de un capiro.
y han colgado los papeles que siempre dicen lo mismo!
¡Escuchen... sí... están diciendo lo mismo!
¡No han cambiado las palabras que jamás he comprendido!
¡Es la misma cantaleta y siempre el mismo estribillo!
¡Por favor, díganles que se callen!
¿Alguien quiere decirles que se callen?
¡Ya no quiero escuchar palabras ejidales!
¡No quiero escuchar el ruido de ese enjambre!
¡Se me secó el entusiasmo cuando se secó mi hambre!
¡No tengo fe ni confianza,
sólo tengo mi cansancio!
¡Y mi cansancio no sirve,
y no sirven mis aplausos!
¡Alguien debe decirles que se callen!
¡No entiendo su revolución, ni soy razón de su meta!
¡Me han cansado las promesas,
y me han cansado también ...
los versos de los poetas!